LA MAYOR INICIATIVA PRIVADA PARA CANTABRIA EN LA PRÓXIMA DÉCADA.

El Gobierno aprueba la ampliación de la central de Aguayo para iniciar la obra en 2022

La autorización previa del proyecto en el que Repsol invertirá 636 millones se publicará en el BOE los próximos días y se abrirá el periodo de alegaciones La compañía energética estima que los trabajos en la planta hidroeléctrica se extenderán hasta 2026

JAVIER ROSENDO
Imagen aérea del embalse de Alsa, el inferior de los dos que forman el complejo de la hidroeléctrica de San Miguel de Aguayo.

La ampliación de la central hidroeléctrica reversible de San Miguel de Aguayo está un poco más cerca de convertirse en realidad. De los tres grandes pasos administrativos que tiene que dar el proyecto en los despachos, acaba de producirse el segundo. Después de que el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico concediera la declaración de impacto ambiental favorable en junio de 2020, el área de Industria y Energía de la Delegación del Gobierno en Cantabria ha terminado ahora los informes para publicar en los próximos días en el Boletín Oficial del Estado (BOE) la autorización previa. Con este nuevo avance, la compañía Repsol, impulsora de la actuación desde que absorbiera a la cántabra Viesgo, espera que los trabajos constructivos sobre el terreno puedan arrancar a lo largo del próximo año, como estaba previsto.

Una compleja labor que, según los planes de la energética, se prolongarían hasta el horizonte de 2026 y requerirán de una inversión económica de 636 millones de euros, la mayor de todas las planteadas en Cantabria en la próxima década por parte de la iniciativa privada. En la práctica, servirá para ampliar la potencia de la planta de los 340 megavatios actuales a más de 1.400. ¿Cómo? Los planos presentan la construcción de una nueva infraestructura subterránea –permanecerá oculta a la vista– para crear un sistema que tendrá el mismo funcionamiento que el de la actual central, aunque aprovechará al máximo las posibilidades de generación eléctrica. En esencia, la central de Aguayo se compone de dos embalses, Mediajo (el superior) y Alsa, y el paso del agua de uno a otro mueve las turbinas que generan la electricidad.

La peculiaridad de esta presa es que también puede bombear agua del embalse inferior al superior. Cuando hay picos de generación de energía renovable, el complejo de San Miguel de Aguayo consume electricidad procedente de fuentes verdes (eólica o fotovoltaica, que si no se consume en el momento se pierde) para subir el agua de Alsa a Mediajo. Y cuando las renovables no dan abasto se abren las compuertas y la gravedad hace girar las turbinas, generando así una nueva energía hidroeléctrica. Es decir, hace de almacén. Al contrario que las renovables, aquí la producción no tiene un carácter variable. No depende del sol o del viento. Siempre que haya agua arriba, se puede activar el sistema.

Es lo que ya ocurre ahora, pero cuando esté funcionando la ampliación de Aguayo se hará de forma más eficiente con un potencial de generación hasta cuatro veces superior. Para ello es necesaria la creación de nuevas conducciones subterráneas de agua que unirán ambos depósitos, así como la instalación de cuatro nuevos grupos de turbina-generador reversibles ubicados en una caverna construida al efecto. Repsol estima que hasta que la obra finalice se generarán alrededor de un millar de puestos de trabajo. La Consejería de Industria que dirige Javier López Marcano recuerda que no sólo habrá demanda de operarios, también dará empleo a industrias auxiliares autonómicas como Gamesa, que fabrica turbinas como las que requerirá la ampliación de Aguayo.

Próximos pasos

Una vez que se publique en el BOE el anuncio de la autorización administrativa previa por parte de este órgano de la Delegación del Gobierno en Cantabria, los interesados tendrán un plazo para presentar alegaciones. En el caso de muchos de los proyectos eólicos, la entidad ha recibido un ingente número de alegaciones, pero la respuesta social en contra a la ampliación de Aguayo –cuenta con el visto bueno del Consistorio, por ejemplo– es mucho más limitada, dado que se actuará sobre un espacio ya intervenido en el que las nuevas instalaciones apenas tendrán impacto visual adicional.

Desde que Repsol recibió la declaración ambiental favorable hasta que ha llegado la autorización previa ha pasado algo más de un año. Ahora, salvo sorpresa, una vez que se han superado los aspectos más farragosos, la llegada de la autorización definitiva por parte del área de Industria y Energía será mucho más rápida. Es más, la compañía puede recortar aún más los plazos avanzando de forma paralela en los trámites ya no administrativos, sino constructivos, que tiene que impulsar la propia empresa: la petición de autorización de construcción y posteriormente la licencia de obra. Las máquinas podrán ponerse en marcha cuando dispongan de esos dos papeles.

De hecho, quien haya visitado en las últimas semanas la zona ya habrá visto operarios sobre el terreno. Allí, Repsol y sus contratas están realizando catas y sondeos para terminar de redactar los estudios previos. «La idea es agilizar los procesos todo lo posible», apuntan desde la multinacional española.

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